En el interior solo se escucha el repicar de un teléfono, todas las paredes están cubiertas de mármol, y las letras de “Phoenix 21” se alzan detrás de la recepcionista quien se encuentra al frente de la entrada principal.
-¿Lucy? ¿Te encuentras bien? – Salgo del trance
y logro mirar a un gafete que la chica delgada de cabellos rubios se había
colocado en su pecho izquierdo.
- Oh... Si... ¿Sarah? – Es cómico, pero
imaginaba que tuviese un nombre mas complicado.
- Lucy, hoy, definitivamente no eres tú...
Vamos, tienes reunión con Lance – Sarah me lleva hasta el lugar de los
elevadores.
Ya dentro del elevador, Sarah saca de su bolso
un espejo y estuche de maquillaje, se da un retoque y se vuelve en sí misma
para ver justamente como las puertas doradas de aquel ascensor se abrían.
Nos damos paso a través de un sinfín de
cubículos. El silencio de la recepción ahora es convertido a caos. Personas van
y vienen con cantidades significantes de papeles, sonidos de teléfonos que
repican al mismo tiempo, parloteo de personas que hablan simultáneamente,
algunos hasta gritan, sonidos de fotocopiadoras, de computadores, y de otros
artefactos que ni siquiera se para que funcionan.
Las personas a mi alrededor lucen de verdad muy
estresadas, tanto las mujeres como hombres se ven en su mayoría o muy delgados
o muy gordos, demacrados, ojerosos, grasientos, como si llevasen trabajando
toda la noche sin parar a descansar. Algunos parecieran estar al borde de un
colapso nervioso con esos tips que los identifica. Otros con obsesiones y
adicciones al café, cigarro y ¿qué se yo? otras sustancias que pudieran alterar
su concepto de la realidad.
A medida que voy pasando a través de la
multitud estresada, muchos al hacer contacto con mi cara, bajan sus miradas y
susurran infinidades de palabras que a su vez podrían ser insultos, compasiones
o lamentos. Sarah y yo logramos llegar hasta una puerta de caoba pulida, la
abre y de la habitación a continuación se desprende un espantoso olor a
cigarrillos que hace que mi cara se arrugue al aspirar tan semejante humo
repugnante.
Ya adentro en el salón, Sarah se aleja y sale
de la habitación no sin antes cerrar la puerta. A continuación hay una enorme
mesa de conferencias, en su alrededor hay 9 personas, en su mayoría personas
que tan solo mirarles a los ojos causan una sensación enorme de intimidación,
sobretodo aquel que se encuentra liderando el mesón que podría ser Lance. Un
hombre barbudo, con cicatrices de acné en su cara, canoso, de unos aproximados
50 años de edad, cuando habla se puede notar lo amarillento de sus dientes y de
como el cigarro ha oscurecido las comisuras de sus labios. Su voz es grave y
habla con cierto tono de desprecio, de grandeza, como si tuviese al mundo
comiendo en la palma de su mano.
- Hasta que al fin llegaste – Dice aquel
desagradable hombre que lidera la reunión – Y bien ¿Qué nos tienes para hoy?
¿Hiciste lo que te pedí?
- Ehm... – Aún me encuentro mareada ante el
olor del cigarrillo, pero cuando caigo en sí, Lance me interrumpe.
- No hiciste nada, lo sé, por favor toma
asiento, hoy hablaremos sobre el asunto de las medicinas que teníamos planeado
desde la semana pasada.
¿Medicinas? ¿Es acaso
esta una empresa de medicinas? Me pregunto mentalmente, confundida en cómo cada vez entiendo menos la
situación de este momento.
- Albert, las persianas, comenzaremos con el
plan de acción a tomar – Dice Lance mientras con un control enciende una
pantalla en donde una transmisión grabada acaba de comenzar.
El video me deja muy confundida, es acerca de
unas medicinas para un virus que se ha extendido hacia Europa Oriental, una
suerte de gripe, acompañados de ronchas parecidas a la varicela, en donde
primero aparecen burbujas de pus en la piel, luego se presenta un cuadro de
fiebre, dolor en los huesos, diarrea, vomito, taquicardia, sangrado en la orina
y por ultimo infección en los pulmones, - una
bonita y variada enfermedad – me digo a mi misma con tono sarcástico.
La enfermedad es mortal pero afortunadamente
tiene cura, lo que sucede es que el grupo quien la posee, tiene de igual manera
la cepa del virus, y al parecer aquella nación que se reúse a comprar el
medicamento, le será otorgado un poco de esta enfermedad en cualquier sitio
cerrado donde hallan muchas personas, ya sea en un cine, metro, centro
comercial, entidades bancarias, oficinas, etc. Todo esto sucede, sin que nadie
se entere de nada, así como que alguien de repente lanza un frasco en el suelo
y este se rompa o tal vez con la explosión de un artefacto. Desconozco como lo
hacen, lo que se es que esparcen el virus sin miedo a nada, sin importarle que
en el lugar se encuentren padres de familia, futuros empresarios, jóvenes y
niños. ¿Por qué aun existen países que no han podido erradicar del todo esta
epidemia? Por el alto costo de la vacuna. Se diría que aquellos que pueden
comprarla quedaría en deuda de por vida con dicha empresa. Que para su suerte
es nada mas y nada menos que “Phoenix 21”
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