12:30 am de un sábado que está a punto de
renacer, me encuentro a mi mismo de pie en la sala de mi apartamento, desnudo,
neutral, viendo la señal vacía que emite la pantalla de mi televisor, el cual
se encendió sin yo emitirle una orden previa.
Un movimiento, mi pierna derecha da un paso
hacia adelante, mi cuerpo solo se niega a quedarse simplemente de pie. Sigo
neutral, ahora con un pie hacia adelante y otro atrás, el televisor sigue sin
emitir nada, aun se escucha interferencia mientras la señal granulada yendo y viniendo
me mantiene hipnotizado.
Cierro los ojos, y al abrirlos noto un ciervo
lleno de colores brillantes y fluorescentes. Rosa, purpura, naranja y amarillo
invaden la sala. El animal no parece tener una mirada fija, pero sé que me
observa, dos brincos y se sumerge dentro de la pantalla del televisor. ¿Acaso
eso fue una invitación? Creo que sí, mi cuerpo ha empezado a moverse
involuntariamente hacia aquel electrodoméstico que seguía sin emitir absolutamente nada. Alzo
mi brazo para tocar el cristal frío de la pantalla, pero en vez de eso mi
extremidad se sumerge en un agujero, no se sentía extraño, pero tampoco
placentero. Luego alcanzo meter mi pierna izquierda, hasta que me asusto y saco
mis miembros del supuesto agujero que hay en el televisor, como si de un portal se
tratase. Me coloco nuevamente de pie, aun anonadado, sin decir nada, sin pestañear e incluso sin respirar por un momento, hasta tengo el presentimiento
de que me encuentro totalmente paralizado.